ECONOMÍAS GRANDES Y PEQUEÑAS.






Me ha gustado el discurso de Angela Merkel. Ese advertirnos de que estamos ante la obligación de ser solidarios y competitivos. Que hemos de saber crear una economía innovadora y basada en la realidad porque la competencia es dura, muy dura. Y que el objetivo de todo esto es asegurar el bienestar de los ciudadanos. Comenta que esto supone una discusión controvertida, por supuesto, pero que hay un camino conjunto que puede hacer posible una salida de la crisis; solidaridad, estabilidad y competitividad. Que los países estamos obligados a manejarnos dentro de los límites de una competitividad justa, y que además, es primordial avanzar unidos. Solidaridad a cambio de solidez. Y pensaba que en la vida personal, también es así; la solidaridad se basa en la solidez. Si no soy solvente, si no tengo qué dar, de dónde sacar, difícilmente voy a poder ser solidaria. Me pareció más que evidente.

Comenta una realidad a la que pocas veces se le da importancia; el envejecimiento de nuestras sociedades, y que ello, directamente implicará modificaciones en la edad de jubilación. Los jóvenes no han de acarrear con todo el peso de una sociedad. La vida cambia, los países cambian, y hay que adaptarse para evolucionar. La sociedad en su conjunto ha de asumir la carga que es siempre una transformación, y no sólo una parte de ella.

Habla de la necesidad de seguir elaborando el éxito del euro. Así lo cataloga; el euro como una historia de éxito. El problema no está en la moneda común, el euro no está en crisis. La crisis tiene como origen el endeudamiento, (hemos vivido por encima de nuestras posibilidades) y la falta de competitividad. El euro es una divisa común, y por ello todos hemos de estar a la altura de lo que se espera de nosotros, sin artificios ni engaños. Si los países son parecidos, tendrá iguales reputaciones. Y, ¿dónde está esa posibilidad de ser países económicamente parecidos? Se encuentra en el pacto de estabilidad y crecimiento. En el compromiso de todos ante unos preceptos y variables, sin manipulación, sin tener que reinventar la realidad.

Explica que no está de acuerdo con el eurobono. No está de acuerdo en que todos paguen el mismo interés por las deudas, pues ante el compromiso, no todos realizamos el mismo esfuerzo. Y me parece justo. Es una razón de justicia que se identifique la realidad tal cual es. No podemos fundamentar una economía en la artificiosidad de los datos, datos que nos inventamos y que no  correspondan con la realidad. No podemos ocultar que hemos actuado de diferente manera o con menos compromiso, por muy dura que sea la realidad a la que nos enfrentemos. Si queremos la posibilidad de un euro competitivo quizá debamos tragarnos muchos sapos, sí, y  tal y como lo explica ella , sea necesario el compromiso con el pacto de estabilidad para conseguir un crecicimiento en el futuro.

¿Y qué significa ese pacto de estabilidad? Exactamente, que no podemos gastar más de lo que ingresamos. Que se ha de poner un límite al endeudamiento. Lo considera un instrumento de disciplina básico. La necesidad de adoptar reformas profundas. No, no es fácil, dice. Y en ese pacto han de estar las entidades fundamentales en toda nación; gobierno, sindicatos y empresas. Todos deben estar.

Mientras escuchaba a la Sra Merkel aterricé en la economía de mi familia; economía que gestiono habitualmente. Y me dije que por supuesto, que ante épocas de crisis, todos tenemos que hacer reformas constantemente. Y ajustarnos el cinturón. Y que procuramos no ir con bagatelas y mucho menos con mentiras, para poder quedar mejor. Cuando no hay, simplemente no hay. Cuando se ha despilfarrado, se ha despilfarrado. Y si se ha ahorrado, se ha ahorrado. Gestión desde la realidad, eso siempre.

Todos vivimos en crisis alguna vez, y he de reconocer, que aunque ahora vienen mal dadas, a mí me vinieron peor dadas mucho antes. Y escuchando la radio, me dí cuenta de que no soy diferente a la Merkel, y desde su discurso aterricé directamente en la economía familiar de mi casa. Siempre he sido consciente de lo necesario que es no vivir por encima de lo que uno ingresa. Aún así, tengo hipoteca, no veía otro modo de poder comprar mi pequeña casa. Y económicamente he vivido en torno a esa transformación, vamos, como que ese pequeño detalle es lo que ha dado un giro total a mi cartera. Nunca había sentido semejante peso sobre mi economía. El reso del gasto familiar se transforma. Y el peso, el peso por supuesto lo llevamos todos los individuos de mi pequeña sociedad familiar; jóvenes y adultos. Faltaría más. Porque digo yo, que no iba a ser yo la única que hiciera recortes en gastos. No. La obligación de sostener esa deuda, ese cambio, es de cada miembro de mi familia, hasta el perro. Y por supuesto que quien no es solidario, es reconocido como tal. Nada de datos artificiosos, ni menos implicación en la deuda por parte de algunos individuos. No. Cada uno se implica con su porcentaje. Y cada uno ha de asumir su obligación. Unos no se compran ropa nueva, otros se compran bolis bic y se olvidan de los pilor, y otros gastan menos en golosinas y más en cuadernos. Cada uno, a su nivel. Y desde luego todos a una, ahí, cumpliendo el pacto de estabilidad para hacer posible el crecimiento en algún momento, que digo yo que llegará. Es  obligación de todos ahorrar; cada uno se ajusta y reajusta a su nivel. Y por supuesto, el salario adjudicado a cada una de las partes no va en razón del índice de precios al consumo. No. Ese es un ideal en mi casa, sí. Sería maravilloso, eso también. Sería una bendición saber que por mucho que suban los sueldos, el poder adquisitivo de cada individuo en mi familia no va a disminuir. Y una utopía también. El poder adquisitivo es lo más variable que existe, al menos esa es mi experiencia, y mientras los ingresos y/o beneficios sean los mismos, todo sigue igual. Si tienes que cambiar de boli, cambias, y si en vez de comer marisco comes garbanzos, pues estate contento; aún comes. Una premisa está clara en esta pequeña sociedad familiar; si no hay beneficios, no se sube el sueldo a nadie. Si no sobra después de haber colocado lo estipulado en el saco de la deuda, y otro poquito (este asunto es más negociable según de qué necesidades o caprichos se pongan en juego) en el saco del ahorro, entonces todo sigue igual. Y si disminuyen los benficios, disminuyen las propinas.

Sí, me ha gustado la Sra Merkel, su discurso. Aunque supongo que en todo esto, habría que profundizar más, que mis conclusiones son insuficientes por ignorantes. Que existen la macroeconomía, y la microeconomía; y que es una realidad que una y otra no van a la par. Sí, lo he oído. Y he de decir que sus singularidades siempre me dejaron  perpleja, esa es la verdad. Y que a mí eso de la macroeconomía está a otro nivel que la economía de los individuos...  me fastidia. No lo entiendo. No puedo comprender que el individuo no cuente, y me cabrea.

Y como no está en mi manera de comprender el mundo quedarme con lo primero que escucho, y me reoconozco ignorante respecto a ciclos económicos y economías diversas, quise escuchar más. Otras opiniones, algo que pusiera objeciones a lo escuchado con argumentos sólidos y razonados. Busqué y encontré las opiniones “políticamente incorrectas” (así las define su autor) de D. Antón Costas, Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona (qué bonita es Barcelona, por cierto). Y me quedé hasta un poco cabreada.  Me han parecido de una contextualidad improcedente y absolutamente ridículas, pues al autor, por categoría intelectual podría haber diseccionado el discurso de Angela Merkel de una manera excepcional. Y que comenzase su discurso con esa extrapolación del culpable católico ante el virtuoso luterano ya me puso de mal humor. Tampoco conozco las circunstancias en las que fue realizada esta entrevista. Lo cierto es que me resultó decepcionante y de un cierto tono manido y con tono en falsete. Qué importante es la voz en la radio. No dudo de su veracidad, además, no estoy capacitada para desmentirla, y confieso que me molestó lo que dice sobre lo inadecuado que ha sido el ahorro alemán. No entiendo la argumentanción de sus conclusiones, pues para mí el ahorro siempre ha sido vital. No comprendo por qué el ahorro puede llegar a ser un nubarrón que arrasa todo un campo en unas horas. He de reconocer que le he escuchado desde la desconfianza, y que su discurso no me parecido argumentado.

Es evidente que quien me ha convendido es la Sra Merkel. Otra cosa es que me gusten poco o nada las consecuencias a las que nos arrastra su argumentación. Me afectan directamente. Estamos a verlas venir. Y hablando del presente, quiero dejaros algo que ayer escuché. Oírlo era como sentir un poco de aire fresco, que ya se necesita, ya. Os lo dejo también, por si también queréis argumentar la brisa.



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