¿IGUALES ANTE LA LEY?

La jubilación de oro de los políticos: pensión máxima con siete años cotizados. La clase política es ajena a la reforma de las pensiones públicas que acaba de proponer el Gobierno. Mientras el PSOE quiere retrasar la edad de jubilación a los 67 y rebajar las pensiones, sus señorías disfrutan del privilegio de poder retirarse con la pensión máxima cotizando tan sólo siete años. Libertad Digital Economía.


Nos están meando en la cara y dicen que llueve. No me lo puedo creer, y sin embargo es tan verdad como que ahora mismo estoy aquí sentada, cabreada, poniéndole palabras a toda mi ira. Aunque si lo pienso bien, no sé para qué, y mucho menos para quién, pues llevo cuatro días aquí. Encima, tres de ellos de mal humor; es lo que tienen las noticias, que te vapulean.

Estoy que me subo por las paredes. Ya lo dije antes, ¿verdad?... Así es el cabreo, incisivamente reiterativo. Lo cierto es que todo el espacio se le queda corto a mi enorme cabreo. Estupefacción. He leído toda la noticia y aletargada me he quedado oye; estoy sin sentirme en mi. Tanto, que hasta parezco otra. Porque estoy cansada. Harta y muy cansada; de mi esfuerzo diario, de mi ir y venir del trabajo a casa, y porque últimamente, quizá por eso de que vivo demasiado agotada,  veo que llegar a los 65 no es moco de pavo. Que me queda lo suyo, vamos. Y que me va a costar llegar. _Dios mediante_ me digo siempre, _ que Dios lo quiera_. Que a este ritmo a saber. LLegar a los 67 me va a suponer mucho esfuerzo con este frenesí, estas carreras y el sinsentido de mi vida como ciudadana (pintamos muy poco, pero que muy poco, ahora eso sí, lo pagamos todo). Se necesita mucha resistencia y buenas tragaderas para aguantar 67 años oyendo cosas así sin morir un poco día a día. Nada _ me digo_ tú a los 67 no llegas. Ni te preocupes por las pensiones_ Porque mira que tragamos.

Y la verdad es que yo me siento igual que ellos, los políticos, me siento con los mismos derechos. Muy a pesar de que ellos no se sientan con mis mismas obligaciones. Que ya lo dice la ley; principio de igualdad para todos los ciudadanos. ¿Y eso qué es exactamente? Pues significa ni más ni menos que las leyes se van a aplicar de la misma manera a todos los ciudadanos, ese es el principio. Y no, resutlta que no, que va a ser que si somos iguales, unos son más iguales que otros. Por ejemplo, Rajoy es igual a Zapatero, y yo soy igual... soy igual... a ti. (¿Me lee alguien?) O bueno, igual a ese alguien que un día me leerá (ahora tú). Tú y yo estaremos trabajando como mínimo treinta y cinco años para poder llegar a ser jubilados y poder disfrutar de un merecido jubileo, pero ellos no, ellos sólo siete. Tú y yo cobraremos... vete a saber qué cobraremos, si es que aún han dejado algo. Ellos, cobrarán la pensión máxima, en cuatro días. Sí, debe ser que todos somos iguales, y la mayoría, la mayoría además idiotas (los idiotas somos tú y yo, pues sin privilegio alguno, costeamos todos los privilegio de los demás). Sí, somos idiotas, nos lo están diciendo toditos los días.  Igualar treinta y cinco años de trabajo a siete, es cuanto menos impresentable. No lo puedo evitar, me hierve la sangre. Porque puedo asegurar, y lo aseguro, que su trabajo no es ni mucho menos más arriesgado que el mío, ni más complicado, ni de mayor complejidad y por supuesto menos digno o necesario. Si midiésemos la calidad personal y profesional, a más de uno le saldrían los colores. Bueno, que digo, nada, ni colores. Esta clase política ni tiene vergüenza ni tiene honestidad. Así que mucho menos colores. Vaya panda de caraduras. A cada cual, más. Viven sentados en la silla del privilegio. Privilegio que se paga con lo que a al ciudadano de a pie le descuentan, porque ya se sabe, todos somos Hacienda.  Sí. Usted y yo, amigo mío, somos los Hacienda. Y estamos llamados a contribuir, llamados y obligados. Y no puedo evitar pensar que quien se sienta en la silla del privilegio sintiéndose superior y con derecho a que se la costeen los inferiores, es cuanto menos un geta. Decir que la clase política se preocupa por la buena gestión del bien común, es hoy una auténtica mentira. Su labor es una auténtica deslealtad hacia quienes precisamente confiamos en ellos para la gestión de la polis. Además de muy lamentable.

Ellos, además, tiene exención fiscal. Alguien (tú que me lees) y yo, contrariamente no. Tú y yo tenemos el gran privilegio de ser Hacienda. Sí, enorme privilegio es ese de ser Hacienda. Y yo en esto, en esto, hoy quisiera también ser como ellos; ser una ciudadana con exención fiscal y también con derecho a jubilación máxima en siete años (lo de las pensiones es gordo en el momento actual). No le iba a venir poco bien a mi economía esa exención, y no digo ya a mi interminable hipoteca (por cierto, sobre mi única y primera vivienda, que hay que fastidiarse con la burbuja inmobiliaria y como infló los precios). Yo quiero ser un igual, pero un igual a ellos. Vamos, no es que quiera... ¡lo necesito!


Nunca he despotricado contra el pago de impuestos, siempre he sentido mi colaboración con el fisco como algo esencial y básico (ya saben, Hacienda somos todos. Te lo recuerda todos los años el Gobierno de España) pues en mi obligación, se sustenta la posibilidad del gasto social . Me he sentido parte activa para sostener el gasto social tan traído y llevado últimamente, y hoy voy y me entero de que en esto tampoco todos somos iguales ante la ley. Que ellos, los que nos dicen cada año que Hacienda somos todos, ellos justamente no lo son con la misma intensidad. Yo tengo la obligación de serlo con el 100% de mi sueldo, y ellos, ellos con la risa (se ríen de nosotros, no lo dudéis a estas alturas). Ellos que se desvelan por la cosa pública, no tienen el minimo respeto hacie ella. Ni muchos menos las mismas obligaciones. Se me sube la bilirrubina, el colesterol y la tensión la tengo alteradilla. No hablo ya de cómo tengo la boca; negra. Lo confieso, me salen palabras soeces... muy soeces, pero no es cuestión.

Una cosa es segura; nos mean (perdón), lo hacen todos los días,  aunque nos quieran hacer ver una y otra vez que simplemente llueve.

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